Los mil rayos que emanaban de aquella existencia
Atravesaron la tibia emocionalidad de mi sentir
Condenándome a una muerte repentina y prematura.
Sin ser esto suficiente,
En el mismo instante en el que mi espíritu llegó al cielo
Fue arrojado, con la fuerza de todas las diosas y dioses
De vuelta a las profundidades de la tierra.
Repentina y prematura, me vi obligada a renacer
En un lecho de rocas salvajes e irregulares.
Así fueron los primeros latidos de mi pecho
Salvajes e irregulares.
Volvía a la vida y debía reaprender a transitarla
Sobre un terreno en el que los sentires tibios serían la excepción.
Tenía cortes en los pies y en el corazón.
Enlentecí mis pasos y mis latidos
No quería aquella esperanza
Que me impedía detener el movimiento de mis piernas
Que obligaba a mi pecho a latir vida y me hacía desangrar.
Agotada me rendí a la esperanza
Y el dolor me abrió las puertas hacia ondas realidades.
En la profundidad,
Rodeada de naturaleza, luz de la estrella solar y musicalidad
Como si se me hubiesen desempañado los sentidos
Atisbé y avivé un fuego cálido en la boca de mi estómago
Que deshacía todos los nudos.
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