Capítulo 3. La superación neoplatónica de la metafísica.
Aubenque opta por no adentrarse en el argumento positivista contra la metafísica, ya que se asienta en una noción de verdad no válida para las proposiciones metafísicas, lo que supondría caer en un círculo, pues tal noción de verdad es fundada por la metafísica a partir de sus decisiones. Después de Nietzsche, son dos las principales argumentaciones contra la metafísica:
- Se usurpa su universalidad: no representa a la totalidad del ente, solo a una forma lógica del mismo.
- Su primacía es una ilusión, pues su principio, la esencia u ousía, posee el sentido determinado de presencia perdurable y permanente, que al ser incapaz de erigir los sentidos inesenciales del ser, significa que es determinado y que por tanto necesita ser fundado.
Estos argumentos ya se habían articulado en el neoplatonismo y dependiendo de cuál de las dos acepciones de «metafísica» elijamos, podrá decirse que el neoplatonismo es o que no es metafísica: sí es metafísica si esta es la ciencia de los primeros principios o causas. No es metafísica si la entendemos como una ontología dependiente de una teología, es decir, la totalidad del ente se deduce del primer principio esencial Dios. La tesis del neoplatonismo es negativa, pues el primer principio se trata de un «no-ente» en tanto que «hiperente». Lo infinito sería no la ausencia de límite, sino lo que se escapa de toda determinación, pues sirve de fundamento para toda determinación.
La tesis central contra la ontología tradicional afirma que lo primero es Lo Uno y no el ente. ¿Pero por qué se quiere aquí rebasar la ontología? Leyendo a Plotino, ¿por qué todos los entes tienen ser? Por el Uno, este le da el ser al ente. Pero a su vez todo ente es Uno, donde hay ser hay unidad, pues de otro modo serían varios seres o ningún ser. Los entes son entes porque son Uno, pero el Uno no es un ser, pues no puede ser aquello que solo él da. Decir que el Uno está más allá de la entidad o la esencia, supone decir que el Uno no es y por ello puede afirmarse que es anterior al ser. ¿Pero cómo puede hablarse de algo que no es? El lenguaje forma parte del ámbito del ser, mientras que el Uno está más allá del ser, por lo que Plotino afirma que solo el silencio concuerda con el Uno hipertrascendente. Pero los neoplatónicos afirman que en la negación se encuentra la salida de lo que Spinoza llama «secta de los mundos» (P.47), en tanto que mediante la negación, el sujeto puede escapar de la limitación que le impone el predicado positivo. Si la determinación niega al Uno, negar la determinación posibilita la posibilidad inefable, por lo que habrá que decir lo que el Uno no es. Platón y Aristóteles ya habían hecho algo similar, pero Plotino elaboró una letanía infinita de negaciones.
Sin embargo, Plotino no deja de conformar determinaciones positivas para el Uno: potencia, acto, causa… por lo que caben dos posibilidades: la primera consiste en que Plotino olvidó la prohibición de determinar positivamente al Uno, encontrándose así dentro de la onto-teología clásica. «Negación y afirmación se reconcilian en una especie de atribución superlativa, con respecto a la cual viene a ser lo mismo negarle al Principio una perfección relativa que atribuirle una perfección absoluta» (P.49). La segunda posibilidad consiste en afirmar que Plotino se contradice a sí mismo. Para Plotino, estar se trata de una crítica hacia el lenguaje en general y no al suyo en particular, por ello elabora sus determinaciones positivas de modo que estas sean metáforas, son metáforas inteligibles, las cuales se desenmascaran con mayor dificultad que las metáforas sensibles, provocando que en ocasiones Plotino caiga en su propia trampa. En tanto que lo Uno es un no-ente, este no puede ejercer causalidad, pues esta tiene un sentido ontológico. Si somos efectos de lo primero, ello sería algo meramente accidental.
Pensamos aquí en Wittgenstein, quien poco después de decir que hay que guardar silencio ante aquello de lo que no se puede hablar, afirma que lo indecible puede mostrarse. Algo similar dicen los neoplatónicos, quienes intentan mostrar lingüísticamente lo que saben que no puede decirse con aserciones lógicas. ¿Pero pueden los neoplatónicos atenerse a la imposibilidad de la fundación última? Para los gnósticos la consecuencia de esto sería un anti-principio como el azar, pero Plotino no concuerda y se posiciona contra estos gnósticos, atribuyendo al Uno el predicado de «libertad», una libertad que solo podría generar al Bien, siendo el mal la falta de existencia sustancial. Aquí se pregunta Aubenque si el neoplatonismo no sería en realidad un platonismo en tanto que a pesar de las precauciones lingüísticas, pareciera que se retorna a la onto-teología.
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