Introducción. Abreviatura.
Estas páginas, bajo el título de «abreviatura», fueron publicadas en 1938 en Argentina en forma de folleto para aquellas personas que asistieron al segundo ciclo de las charlas sobre El hombre y la gente.
El autor presenta su punto de partida: la angustia histórica del presente, originada por la oscuridad de los dilemas que solo pueden ser aclarados por la sociología. A su vez, esta oscuridad propia de la conciencia del humano común, encuentra su elemento básico en la situación lamentable del análisis sociológico. Dicho estado se debe a que los sociólogos no han estudiado adecuadamente los sucesos sociales fundamentales. Por lo que es menester dilucidar qué es la sociedad, para lo cual se necesita evidenciar los hechos sociales que permiten la manifestación de la sociedad, aquellos hechos que la componen.
En este sentido, para Ortega es crucial determinar si existe algo como los «hechos sociales», que permita hablar de la sociedad como una realidad particular y no como de una simple «asociación», pues si se tratase solo de esto, con estudiar al individuo sería suficiente y los estudios de corte sociológico serían del todo innecesarios. Ortega escribe El hombre y la gente para mostrar la existencia de hechos sociales que dan lugar a la realidad social, empleando de manera rigurosa los procedimientos radicales de las técnicas y análisis filosóficos. Para tal labor, el escritor inicia sus investigaciones desde lo que considera la realidad fundamental que compone los hechos sociales, consistiendo esta en la propia vida, la vida individual de cada persona, siendo «cada cual quien tiene que analizar si en el ámbito que constituye su vida aparece lo social como algo distinto de e irreductible a todo lo demás». (2016:38)
Seguidamente, Ortega pasa a exponer las características propias de «lo social»:
- En primer lugar, lo social se compone de acciones humanas, atendiendo a que dichos comportamientos son siempre particulares, propios de vidas humanas individuales, las cuales siempre se encuentran inscritas en el mundo o circunstancia. Estas personas individuales inscritas en la circunstancia, siempre tienen que estar en actividad para asegurarse su existencia. Dichas acciones en su conjunto, constituyen lo que es «mi vida» o «nuestra vida». El hecho de ser humano es del todo personal, lo que significa, primero, que con mi sentir, querer, pensar y hacer estoy creando mi humanidad; segundo, que tan solo lo que comprendo es humano; tercero, que el sujeto es el responsable de su acción humana, pues esta emana de él; cuarto, que la vida humana, mi propia vida, es esencialmente soledad. Sin embargo, el hecho social no se manifiesta desde la soledad esencial de la acción del individuo humano, sino desde las relaciones que las personas mantienen las unas con las otras. Esto significa que el hecho social no es estrictamente vida humana, sino:
- que lo social se trata de un hecho que emana de la convivencia humana, la cual no es aún por sí misma un hecho social, sino una suerte de comunicación o compañía, «un mundo de relaciones interindividuales» (2016:40).
Ortega propone iniciar un análisis de «los usos», una clase de hechos humanos en los que la acción no es un comportamiento espontáneo y original del individuo humano, sino que son acciones que no tienen por qué concordar con la voluntad de la persona que las ejecuta, por lo que no se originan en nosotros. El autor habla aquí de comportamientos tales como darse la mano entre dos personas desconocidas a modo de saludo, no sabemos por qué lo hacemos, además de que hay un repertorio muy limitado de acciones para una misma situación y, en este caso, al conocer a una nueva persona o al saludar a un conocido, lo socialmente establecido es darle la mano, según el escritor. Entonces, ¿qué sujeto es el que origina tales comportamientos y que al no ser propiamente nuestros replicamos? ¿Y por qué los imitamos? Para Ortega, el sujeto actor es la colectividad, lo que viene a ser nadie concreto. Este tipo de acciones que se llevan a cabo simplemente porque «eso es lo que se hace», son las que el escritor denomina como «usos». Por lo tanto, «los hechos sociales constitutivos son los usos» (2016:41). Tenemos, pues, aquí la evidencia de la que Ortega necesita partir -los hechos sociales son una realidad auténtica- para llegar a la conclusión de que, efectivamente, la sociedad es una realidad particular. Sin embargo, aún es necesario añadir tres especificaciones que nos permitan determinar qué es un uso y qué no es un uso: primero, son conductas que los individuos sometidos por la presión social llevan a cabo, por miedo a las represalias que pudieran sufrir si no cumpliesen con estos mandatos sociales; segundo, son irracionales, no entendemos su contenido; tercero, por existir de manera impersonal o extraindividual, resulta que no están dentro de ningún individuo.
Pareciera que la primera automatización que adquiere el ser humano es esta que le impone la sociedad, este hecho social en el que consiste el uso, y resulta que la vida social no es humana, pues la primera radica por entero en los usos, mientras que Ortega ya mostró que la vida humana carece de estos. En este sentido, la sociedad es un artefacto colosal que fabrica seres humanos, que emplea los usos para establecer en las personas tres estratos de efectos:
«1º. Son pautas del comportamiento que nos permiten prever la conducta de los individuos que no conocemos y que, por tanto, no son para nosotros tales determinados individuos. La relación interindividual solo es posible con el individuo a quien individualmente conocemos, esto es, con el prójimo (= próximo). Los usos nos permiten la casi-convivencia con el desconocido, con el extraño.
2º. Al imponer a presión un cierto repertorio de acciones -de ideas, de normas, de técnicas- obligan al individuo a vivir a la altura de los tiempos e inyectan en él, quiera o no, la herencia acumulada en el pasado. Gracias a la sociedad, el hombre es progreso e historia. La sociedad atesora el pasado.
3º. Al automatizar una gran parte de la conducta de la persona y darle resuelto el programa de casi todo lo que tiene que hacer, permiten a aquella que concentre su vida personal, creadora y verdaderamente humana en ciertas direcciones, lo que de otro modo sería al individuo imposible. La sociedad sitúa al hombre en cierta franquía frente al porvenir y le permite crear lo nuevo, racional y más perfecto» (2016:43-44).
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